Alfolíes de Naval. Actualmente restaurados, estos almacenes se remontan a la época de Jaime I. |
Desde tiempos inmemoriales, la sal ha resultado imprescindible para el ser humano. Tanto para su consumo, como especialmente para la conservación de los alimentos hasta no hace mucho tiempo.
Durante siglos se le consideró un artículo de lujo, y su consumo estuvo gravado con altos impuestos. Es conocida la importancia que tuvo por ejemplo entre la civilización romana, hasta el punto de que en ocasiones los soldados eran pagados con sal, lo que originó la palabra salario.
Hoy traigo al blog un documento del Archivo Histórico Provincial de Huesca, en el que se recoge un contrato para la compra de sal por parte de los valles de Echo, Ansó, Aragüés y otras poblaciones del entorno de la Canal de Berdún, a la villa de Naval en el Somontano de Barbastro.
Dicho contrato está fechado el 4 de Noviembre de 1612 en la villa de Echo, y el notario, como no podía ser de otra manera, vuelve a ser Agustín Pérez de Echo.
Las poblaciones representadas en la compra de sal, son las siguientes: villas de Verdún, Salvatierra, valles de Ansó, Echo, Aragüés del Puerto, lugares de Sigüés, Larbés, Esco, Villarreal, Guartolo, Viniés, Sancta Engracia, Maxones, Exabierre de Gay y Enbún.
Arrieros |
Entre las condiciones, se exige el suministro de sal por tres años a los representantes de Naval, así como el que tengan durante ése tiempo, una cambra o depósito de sal, con el personal necesario para abastecer a las casas, bestias y ganados que están dentro de los límites de las poblaciones citadas.
Se les sugiere a los representantes de Naval, que dicho almacén lo instalen en Xabierre de Gay o Sancta Engracia, el que más les convenga y esté en funcionamiento desde el uno de enero de 1613 hasta el 31 de diciembre de 1615.
fanega |
El precio al que se comprometen pagar la sal es de siete sueldos por cada fanega (aproximadamente 55,5 l. de capacidad, que variaba según las zonas), teniendo el cambrero o empleado del depósito de sal que suministrar cada pedido en un plazo máximo de dos horas, teniendo una sanción de 20 sueldos jaqueses por cada día de retraso en suministrarlo.
Para garantizar el suministro de la sal, los de Naval se comprometen a tener disponible en el depósito cada primer día de mes, durante los tres años, la cantidad de treinta cayzes de sal (en Aragón, cada cahíz de medida equivalía a 8 fanegas). Si cada fanega tenía aproximadamente 55,5 l. estamos hablando de una cantidad de 13.320 l. de sal que debía de proveerse ¡cada mes!
Entre las curiosidades contenidas en éste contrato, figura la anulación de uno anterior para el mismo suministro firmado en 1610 en Quicena, en la partida llamada las Orcas con Joan Sánchez de Latrás, por la imposibilidad de éste en seguir cumpliendo lo pactado.
Salinas de Naval en 1925 |
En el contrato, los de Naval se comprometen a cumplir las condiciones de venta citadas, pero también se estipula la obligación de los habitantes de las villas y lugares mencionados para no consumir una sal distinta de la contratada, y se permite que los de Naval envíen síndicos o procuradores (inspectores diríamos ahora) para comprobar que no se gasta o consume otra sal que la suya. En caso contrario, la sanción que debería abonarse en 24 horas, se fijaba en 100 sueldos, con una penalización de otros 20 por cada día de demora.
También se incluyen cláusulas de rescisión del contrato, por fuerza mayor. Entre ellas ...siempre y quando, lo que Dios no mande, hubiere peste o otro mal contagiosso general o guerras de rey a rey o de reyno a reyno, o dilubio de aguas en las partes por donde hubiere de portearse dicha sal....
Salinar de Naval en la actualidad |
Siempre minuciosos en la redacción de los contratos, no se olvidan de mencionar la compra de la sal que quede sobrante al terminar el periodo de tres años, hasta un límite de trenta cayzes y no más.
Y por no olvidarse, no se olvidan siquiera de establecer que, en caso de agotarse de todo punto la sal en la villa de Nabal, no estaban obligados al cumplimiento del contrato. Por suerte, todavía no se ha agotado y hoy se siguen explotando las salinas incluso de forma terapéutica en forma de baños.
Para terminar, establecen la posibilidad de prorrogar de mutuo acuerdo el contrato de suministro, y actúan como testigos Pablo de Gan y Juan Pascual Mangado vecinos de Embún.
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