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Celestino Armiñan. Foto: Senado de España |
A pesar de que a principios del siglo XX el sistema político de la Restauración de alternancia entre conservadores y liberales comenzaba a tener fisuras, especialmente por la irrupción de las organizaciones obreras y el republicanismo, todavía los partidos dinásticos mantenían su influencia en muchas zonas del país, y de nuestra región.
Aunque la ley electoral de 1890 elaborada por los liberales recuperó el sufragio universal (¡ojo, sólo masculino y a partir de los 25 años!) derogando el sistema censitario de los conservadores basado en la riqueza personal, el Senado, siguió funcionando con el modelo aristocrático, sin apenas raíz electiva. Sus miembros podían ser natos en función del cargo que ocupaban, designados por el rey o cooptados dentro de ciertas corporaciones o clases. Así funcionó hasta que la II República en 1931 además de dar el voto a la mujer, volvió al sistema de Parlamento unicameral, sin Senado.